MIAMI 20 DE JULIO DEL 2015. La Habana es una gran señora. Es paciente, digna, bohemia, rebelde, cauta. En sus suelos se escribió ayer un capítulo importante de la historia. Después de 54 años abrió sus puertas la Embajada de Estados Unidos en el malecón habanero, mientras que Cuba izó su bandera en Washington.
Dos viejos enemigos esconden los puños, se tienden la mano, e inician otra etapa en el tortuoso camino hacia la reconciliación. Con expectativas, con cautela, con esperanza.
Cuando Bruno Rodríguez, el canciller cubano, izaba la bandera en EU, en el malecón de La Habana, frente a la ahora embajada estadounidense, se congregaron decenas de almas. Querían palpar un pedacito de la historia. Había periodistas de diversos países del mundo, turistas que exponían su tostada piel por el sol del Caribe, y uno que otro cubano que fue a saciar su curiosidad.
Lázaro se convirtió en el protagonista del día. Cubano puro. “Nací en el 61”, grita mientras porta un letrero que dice: “Welcome USA”. Viste una camiseta que en grande dice “Levi’s”, de su cuello cuelga una bandera de EU, y sonríe para las fotos. Le piden muchas fotos. Los canales de televisión extranjeros, las agencias de noticia, los turistas canadienses que se pasean por el área tomándose un mojito o fumando un cigarrillo Cohiba. “Esto es símbolo de alegría, un día como hoy quedará marcado en la historia”, cuenta. Clic, le toman otro foto. Un joven hombre de rasgos orientales intentó darle las gracias con algo de dinero. Lo rechaza. Dice que está por allí “por convicción”. “Por el bien de mis hermanos, [mira hacia arriba y señala con su dedo índice] por este rey sol, que cuando sale, sale para todos”. Y otra vez repite: “Nací en el 61. Yo soy el fruto de la semilla de la revolución”.
A pocos metros de allí, queda la casa de Celina. Cuarentona, sencilla, amable. Habla con una turista española sobre su vida en la isla. La tertulia se les interrumpe cuando se escucha una algarabía. La escena ocurre en medio de la calle: “me la dieron, me la dieron…”, grita una mujer de caderas anchas y pelo negro, enseñando un documento. “Parece que le dieron la visa”, dice Celina con voz desprovista de emoción. “Eso es parte del show, lo tienen que hacer para no quedar mal al comienzo, parece que le han dado el visado a muchos, eso es así…”, narra.
Si uno camina 10 pasos llega a la embajada. En un costado, cubanos de todas las edades hacen fila para aplicar a una visa. Entran en grupos de 10, a veces de 11, en ocasiones de 9. Hay sol, un sol brillante y prepotente que amenaza con devorarte la piel.
A ellos no les importa. “Esperaron 50 años”, dice la turista española. Entonces Celina exclama: “Yo no cambio mi país por nada del mundo… aquí se vive bien, tenemos mucha seguridad, dime, dime, ¿qué país es más seguro que Cuba? …niiiinguno”, sostiene.
A pesar de vivir a 10 pasos de la embajada, Celina no podía pisar la acera que le correspondía a la entonces “oficina de intereses”, como le llaman en Cuba. Si lo hacían, automáticamente quedaban en suelo estadounidense.
– ¿Y le molestaba eso?, le pregunto. “Qué va, eso a mí no me importaba, molesta estoy ahora por tener a ese pocotón de gente allí. Desde hoy ya perdimos la calma que teníamos. Mire [señala hacia al frente] toooda esa gente”.
“Le digo una cosa, en Cuba se vive bien, aquí no nos falta nada. A veces tenemos problema con la comida, pero es por ellos [señala a la embajada estadounidense] por ese infame bloqueo”, concluye.
En medio del gentío que se apostó frente a la embajada, unas seis adolescentes y una mujer mayor, visten camisetas que dicen: ‘July 20, 2015’, debajo de las banderas de EU y Cuba. Una de ellas dijo llamarse Grey. Contó que sus padres son cubanos, pero ella nació en EU. Está contenta. Comenta que ahora podrá volver más a la isla, y ayudar más a su familia. La idea de las camisetas, explicó, fue de una tía que soñaba con que llegara este día.
Por el malecón también se pasea un anciano de unos 80 años de edad. Bajito, con una guayabera blanca que tuvo mejores épocas, enseña una pequeña bandera estadounidense. También le toman fotos, muchas. Le ponen monedas en el bolsillo derecho y él da las gracias. “Pedir sí, venderme jamás”, señala.
En ese mismo sitio, frente a la Embajada de EU, el 4 de enero de 1961, el periódico Rebelde tituló en primera plana: “Viva Cuba Libre, rompen los EU sus relaciones con Cuba”. Acompañaba el titular la bandera cubana con su estrella solitaria. Un día antes, la orden de romper relaciones se había gestado en Washington. Cuenta el periódico Gramma en su edición de ayer, que el gobierno revolucionario decidió rebajar el número de funcionarios norteamericanos de 300 a 11. “La misma cantidad de cubanos en EU”. El 2 de enero, recuerda el diario oficialista, “Fidel habló en la plaza de la Revolución y explicó las razones de esa medida y aseguró que más del 80% de la plantilla yanqui estaba compuesta por agentes del servicio de inteligencia del FBI y del Pentágono”.
Dwight Eisenhower, quien estaba por cederle el poder a John F. Kennedy, anunció el fin de sus relaciones, con una promesa: “Es mi esperanza y mi convicción de que en un futuro no demasiado distante será posible volver a encontrar el reflejo de nuestra histórica amistad en relaciones normales de todo tipo”. El día llegó, cinco décadas después, pero llegó.
“Lo que viene entre Cuba y Estados Unidos tiene que ser major. Siempre vale la pena defender lo que uno cree”, manifestó el trovero cubano Silvio Rodríguez, uno de los que viajó con el canciller Rodríguez a la ceremonia en Washington.
“Yo le canto a la política a mi manera, pero a veces las palabras quedan puestas de una manera que no expresan todo lo que uno quiere decir”, aseguró el autor de Hubo un país, a Gramma.
La historia de esta etapa de reconciliación, apenas empieza. Pasará un año, dos, tres, cinco. El proceso se prevé largo, pero tal como lo dicen los analistas, al menos ahora ya EU y Cuba abrieron un fluido canal de comunicación. Mientras tanto, en las calles de la mayor de las Antillas, cubanos de todos los pensamientos celebran.
Ya hay relaciones diplomáticas, y ahora que…
Fuente: La Prensa de Panama