MIAMI 17 DE AGOSTO DE 2021, nhr.com— Cuando el entonces presidente Barack Obama liberó a cinco comandantes talibanes de la prisión de Guantánamo en Cuba a cambio de un desertor estadounidense en 2014, aseguró a un público cauteloso que los peligrosos combatientes enemigos serían trasladados a Qatar para evitar que causaran problemas en Afganistán, hoy se descubre la verdad.
De hecho, quedaron libres para diseñar el saqueo de Kabul este pasado domingo.
Poco después de obtener su libertad, algunos de los notorios Cinco talibanes se comprometieron a regresar para luchar contra los estadounidenses en Afganistán e hicieron contactos con militantes talibanes activos allí. Pero la administración Obama-Biden se hizo la vista gorda a los inquietantes informes de inteligencia, y no pasó mucho tiempo antes de que los detenidos liberados usaran Qatar como base para formar un régimen en el exilio.
Con el tiempo, fueron reconocidos por diplomáticos occidentales como representantes oficiales de los talibanes durante las recientes conversaciones de “paz”.
A principios de este año, uno de ellos, Khairullah Khairkhwa, se sentó al otro lado de la mesa del enviado del presidente Biden a Afganistán, Zalmay Khalilzad, en Moscú, donde Khairkhwa formó parte de la delegación oficial talibán que negoció los términos finales de la retirada de Estados Unidos. La retirada despejó el camino para que los talibanes retomaran el poder después de 20 años.
“Comencé la yihad para retirar fuerzas extranjeras de mi país y establecer un gobierno islámico, y la yihad continuará hasta que alcancemos ese objetivo a través de un acuerdo político”, dijo Khairkhwa durante esa cumbre.
Después de asaltar el palacio presidencial en Kabul, un grupo de combatientes talibanes armados le dijo a Al Jazeera que estaban haciendo arreglos para traer de vuelta a sus líderes de Qatar, que habían sido puesto en libertad condicional en la prisión de Guantanamo, una vez que aseguraran la capital, entre ellos a un combatiente no identificado, que criticó a Estados Unidos por “oprimir a nuestro pueblo durante 20 años”.
Es más evidencia de que las políticas de captura y liberación de los prisioneros en Guantánamo facilitaron la caída de Afganistán ante el enemigo que Washington prometió aplastar después del 9/11.
El cerebro del cambio de régimen es el ex detenido Khairkhwa, el mulá talibán a quien Obama liberó de Guantánamo a pesar de que el Pentágono lo clasificó como demasiado peligroso para liberarlo.
A principios de este año, Khairkhwa aseguró a la administración que los talibanes no lanzarían una ofensiva militar de primavera si Biden se comprometía a retirar todas las tropas estadounidenses restantes. También prometió no tomar represalias contra ningún afgano que trabajara con el ejército estadounidense o el gobierno respaldado por Estados Unidos en Kabul. Pero Khairkhwa no mostró signos de remordimiento o rehabilitación dentro de la prisión cubana, en todo caso, probablemente esté más amargado con los Estados Unidos. ¿Por qué debían de creerle?
Los informes procedentes de Kandahar y Kabul indican que los extremistas ya han incumplido su palabra. Los matones talibanes han iniciado un reinado de terror contra las personas que cooperaron con los occidentales. Guiados por una “lista de muertes”, van de puerta en puerta para castigar a sus enemigos.
El enviado especial Khalilzad convenció a la Casa Blanca de que el gobierno respaldado por Estados Unidos no colapsaría y los talibanes no se harían cargo, a pesar de que Khairkhwa dejó en claro que él y sus compañeros mulás buscaban restablecer un estricto gobierno islámico sin intromisión externa.
El mulá Khairkhwa se desempeñó anteriormente como ministro del Interior de los talibanes en Afganistán, donde supervisó la aplicación de los brutales castigos islamistas, incluidas las decapitaciones y las lapidaciones. Después del 9/11, fue arrestado en Pakistán y enviado a Guantánamo en 2002. El Pentágono lo acusó de asociarse estrechamente con Osama Bin Laden y los secuaces de Al Qaeda de Bin Laden.
Doce años más tarde, Obama hizo que Khairkhwa saliera de la cárcel junto con otros cuatro altos líderes talibanes a cambio de que los talibanes liberaran al sargento del ejército estadounidense Robert “Bowe” Bergdahl, quien fue capturado después de abandonar su puesto en Afganistán.
Khairkhwa y sus compañeros de libertad condicional, que fueron llevados inmediatamente a Qatar, fueron los únicos “prisioneros” liberados sin ser absueltos por la junta de libertad condicional de Guantánamo.
A su regreso, Obama celebró a Bergdahl como un heroico “prisionero de guerra”, una designación que el Pentágono nunca le dio. En la extraña ceremonia del Jardín de las Rosas, durante la cual el padre de Bergdahl elogió a Alá, Obama afirmó: “Estamos comprometidos a poner fin a la guerra en Afganistán y cerrar Guantánamo”.
Pero la opinión pública se volvió rápidamente en contra de Bergdahl a medida que se conocían los hechos de su desaparición y captura. Finalmente fue juzgado en consejo de guerra y se declaró culpable de deserción y mala conducta ante el enemigo. En el año 2017, fue condenado a una separación deshonrosa del ejército americano.
El año pasado, el máximo tribunal de apelaciones del ejército estadounidense confirmó la condena en su contra.
Varios de sus compañeros soldados resultaron gravemente heridos durante las misiones de búsqueda y rescate lanzadas para encontrarlo en Afganistán. Durante los cinco años de cautiverio talibán de Bergdahl, los talibanes se volvieron más precisos y mortales contra convoyes y tropas estadounidenses.
Pero la verdad de esta triste historia es que si Obama y Biden hubieran dejado que los cinco matones talibanes se pudrieran en Cuba, lo más probable es que Kabul no volviera a estar en las garras de los talibanes en este momento. Y tal vez los estadounidenses no habrían sacrificado más de 2,400 soldados y 1 billón de dólares en vano.