Extra / Interesante, Maria Montoya: el as bajo la manga

• Juan Manuel Cao nos habla sobre la inteligencia y astucia de la reconocida presentadora de noticias

MIAMI, 28 DE OCTUBRE DE 2013, NHR.com—Como se sabe, María Montoya, que conjuntamente con Ambrosio Hernández presentaba las noticias de las 6 de la tarde y las 11 de la noche por el canal 51 de Telemundo, al regresar de vacaciones en la pasada semana fue sorprendida al haberle negado la emisora la extensión de su contrato.

Sobre Montoya, quien se destacó por la televisión local desde sus comienzos como reportera novata, el presentador de noticias de América TeVe, Juan Manuel Cao, hizo llegar a la redacción de NHR.com un artículo que le ha dedicado, donde destaca su astucia, inteligencia y profesionalismo.

Pero Juan Manuel Cao va más allá en su artículo. Nos brinda un análisis e interesantes anécdotas donde expone la crudeza y los riesgos del verdadero periodismo.

Con la autorización de Cao, quien además de presentar las noticias, tiene a su cargo el programa El espejo, publicamos a continuación, textualmente, su artículo “María Montoya: el as bajo la manga”.

<<La periodista María Montoya ha sido siempre una competidora formidable. En las misiones imposibles, los retos escabrosos y las asignaciones incómodas, en los peores parajes, una de mis mayores preocupaciones era saber que me tocaba pulsar con una de esas reporteras audaces, inteligentes y decididas, que te podían, con un mágico e inesperado capotazo, amargar la jornada.

Hablo de aquellos tiempos en que Univisión y Telemundo se sabían los únicos reyes de la pantalla hispana en los Estados Unidos, y la competencia era feroz. Las salas de redacción de los noticieros parecían verdaderos campos de batalla: los reporteros se disputaban las primicias como si les fuera la vida en ello. Recuerdo a Jorge Ramos recomendándole a una estudiante interna que si quería forjarse en el verdadero fuego debía irse a uno de los noticieros locales de Miami: “esa es la escuela más dura”, le aconsejó con razón.

Y es que no todo el mundo está dispuesto a zapatearse la calle. Hoy son muchos los que estudian comunicaciones, no porque aspiran ser periodistas, sino porque sueñan ser famosos. Llegar, desde el primer día, y convertirse sin esfuerzo en los presentadores del noticiero estelar. No quieren hacer, quieren ser.

Otro de los problemas que enfrenta el periodismo televisivo de hoy día es que cada vez hay menos reporteros que aman la lectura, y mucho menos la escritura. En un principio este fue un oficio de gente que amaba escribir, ya no.

María Montoya es una ávida lectora: en nuestros interminables duelos reportando desde diferentes ciudades de Estados Unidos o América Latina, las únicas zonas de neutralidad pasajera eran las librerías en las que nos tropezábamos, buscando qué novedad comprar e intercambiando, con mutua pedantería, nuestras preferencias literarias.

En mi memoria la imagen de un verdadero corresponsal, agudo e informado, es la de Ricardo Brown, en un hotelucho de Managua, despierto antes que el sol, con una taza de café humeante y una montaña de periódicos, libros y papeles sobre la mesa; siempre así, lo mismo en Caracas, Jerusalén o Praga. Hoy en día si no hay WiFi entran en crisis. Aún conservo un ejemplar de Khalil Gibrán que Ricardo me dedicó en Ciudad México: había repletado toda su maleta de libros para regalar a los amigos porque “están muy baratos, Cao”, se justificaba innecesariamente.

Fue precisamente en Ciudad México que María Montoya me arrebató de las manos una exclusiva que llevaba una semana amasando. No voy a contar los detalles porque aún hoy, 20 años después de los hechos, no nos ponemos de acuerdo sobre cómo urdió su macabra trama: que lo cuente ella si quiere.

Y que revele también otra jugada que me hizo en Washington DC, cuando la prensa de medio mundo, incluyéndonos, perseguía a Orestes Lorenzo. No siempre se salía con la suya, claro, algunas escaramuzas perdió, pero las omito por cortesía.

La verdad es que los mejores reporteros que he conocido han sido siempre mujeres. Bernadette Pardo la más brillante. La primera que se enfrentó a Fidel Castro, allá, en 1991, durante aquella cumbre inicial de Guadalajara, en la que le espetó al dictador dos frases para la historia: “somos un solo pueblo dividido por un solo hombre”; y la irónica pregunta de: “¿Usted se cree que tiene el monopolio del amor a Cuba?”.

María Montoya también se enfrentó a Fidel Castro. Fue en Jamaica, en 1998, donde tuvo la habilidad de colarse en una conferencia de prensa del dictador y el coraje de plantear, en el más difícil de los escenarios, el resbaladizo tema del apartheid en Cuba. Castro, para variar, montó una escenita colérica, y al final, evadió la pregunta. A María, que no se amilanó con los descalificativos, ni con los aplausos de la claque castrista, terminaron apagándole los micrófonos. Remedio comunista. Aquí les dejo el link para que lo vean: http://youtu.be/kdj-oTFJCXo

En la distancia tal vez no se comprenda la indefensión de un reportero, solo con su camarógrafo, en territorio hostil, a merced de las represalias de la guardia pretoriana y el aparato de propaganda y difamación que apoya a todo dictador.

He visto a muchos periodistas, hechos y derechos, temblarle la voz y las piernas en estas circunstancias. La mayoría opta por tragarse las preguntas legítimas.

Quedan muy pocas reporteras de la estirpe de María Montoya y Bernadette Pardo: Nara Roza es una de ellas. Y entre las nuevas generaciones: la aguerrida Erika Carrillo, y la inteligentísima y culta Soledad Cedro. Todas ellas tienen una característica en común: no esperan a que le asignen la noticia, la buscan, y cuando la tienen, la cuentan claro y bien. No se enredan. A ninguna de ellas se le escaparía jamás el ángulo oculto tras las apariencias, ni se conformarían con narrar sólo los hechos evidentes. Usan su sexto sentido. Tal vez por eso son mejores que los hombres.

Si tuviera que quedarme con una imagen que describiera la entereza de María Montoya, rescataría un stand up suyo frente a un volcán en Nicaragua que escupía ceniza de un modo tan impresionante que todo el mundo escapaba despavorido. María, sin pensar en las consecuencias de respirar ese aire tan contaminado, avanzaba en sentido contrario, polvoreada en oscura ceniza de la cabeza a los pies. Todos los demás reportaron desde una distancia más prudente.

Una cosa aprendí con los años: que contra María Montoya, como contra otras periodistas de su linaje, jamás cantaría victoria, porque esta guerrera incansable, esta maga, sabe sacar conejos de la chistera, siempre tiene un as bajo la manga>>.